martes, 18 de mayo de 2010

Cima 7: Punta Espata (2.191 metros) y Cima 8: Bacún (2.114)

No tengo mucho que reflexionar sobre esta excursión, por raro que parezca, aunque estoy muy contenta de haber hecho dos cimas. La primera, después de tres intentos, tras haberme perdido en dos ocasiones anteriores; la segunda, sin plantearla, y gracia a las ganas de Auris de hacerla. Gracias Au!

Fue una excursión con mucha compañía, a pesar de lo cual tengo la sensación de haber estado bastante sola; no lo digo de forma negativa, sino positiva. La montaña y yo. Me afané en subir lo más rápido que pude. Entre otras cosas, me encontraba con fuerzas y no llevaba las botas rígidas, que pesan mucho, sino las blandas, alas en los pies. Tenía interés en gastar energías y en llegar a la cima lo más rápido posible.



El Bacún tuvo su aquel. Pensé que nos iba a costar mucho rato subirlo y fue un paseo. Cuando creía estar a mitad de la montaña y esperando ver una nueva loma detrás de la que me encontraba apareció el cielo, y más cielo y más... y ahora, pensé, vendrá quizá el último repecho... pero no, no había nada más que la nieve y al fondo Guara y el cielo azul del Pirineo.



La excursión de Punta Espata está aquí. La hicimos más o menos igual que el que la describe.

Si me surge alguna reflexión a lo largo de los próximos días, la podré aquí... Auris y el resto, seguro que tenéis mucho más que añadir.

viernes, 14 de mayo de 2010

Alimentación en Montaña

Dejo aquí un interesante artículo que encontré hace unos días en la web Las Montañas.

Con mis acompañantes de excursion hemos hablado varias veces de este asunto:

ALIMENTACIÓN EN MONTAÑA

La alimentación junto con las condiciones físicas, el entrenamiento, los factores psicológicos y el medio ambiente constituye la base del rendimiento deportivo. Por eso vamos a ver cómo podemos utilizar las propiedades de los alimentos para obtener de ellos sus mejores cualidades. Esto no pretende ser una revista de alimentación sana, se supone que todos/as sabemos comer adecuadamente a lo largo de la semana, para dar a nuestro cuerpo la energía y la protección que necesita para sobrevivir al día a día. En cambio, recomendaremos ciertos comportamientos con respecto a la alimentación en la montaña, tratando de buscar el máximo equilibrio entre las necesidades de nuestro cuerpo para realizar este deporte en la naturaleza, y las posibilidades reales de transporte, conservación, desperdicios,...

Que aproveche.

Conceptos básicos.

1.- Nutrientes energéticos. Este grupo está formado por los Hidratos de Carbono, las Grasas y las Proteínas. Aportan la energía necesaria para el desarrollo de la actividad física y de las funciones vitales. También se les conoce como Principios Inmediatos.

1.1.-Glúcidos o azúcares (Hidratos de Carbono). Son fundamentalmente nutrientes energéticos; aportan 4Kcal por 1gr. Según sus características se utilizan de forma rápida, o se almacenan en forma de glucógeno en hígado y músculos. Estas reservas son muy limitadas.

1.2.-Lípidos o grasas. Son los nutrientes con más alto valor energético: aportan 9Kcal por 1gr. Son muy importantes para el montañero, pues aportan energía en caso de actividad física prolongada y nos ayudan en la lucha contra el frío. Son la verdadera reserva energética del organismo y actúan en la regulación de la termogénesis (ayudan a resistir el frío).

2.- Nutrientes constructores. Comprenden principalmente las Proteínas y las Sales Minerales, que contribuyen a regular los procesos corporales.

2.1.-Prótidos o proteínas. Son nutrientes fundamentalmente constructores. Tiene una misión principalmente plástica, para el crecimiento y renovación de los tejidos. Desde el punto de vista energético, es el componente menos importante. Aportan 4Kcal por 1gr.

3.- Nutrientes protectores. Formados básicamente por las Vitaminas y las Sales Minerales, además de algunas Proteínas.

4.-Agua. Constituye el 60-70% del peso corporal. Es indispensable para la vida, y es la base de los procesos metabólicos. Actúa como sistema de refrigeración y también en la eliminación de sustancias desechables. Durante la actividad del montañero ES IMPORTANTE estar siempre BIEN HIDRATADO. En la montaña hay que beber frecuente y abundantemente.

5.- Calorías. Es la energía que liberan los nutrientes tras complicadas reacciones químicas. Esta energía el organismo la utiliza para la producción del trabajo, calor, funciones de mantenimiento, etc.

La alimentación dependerá de la intensidad de la actividad física a realizar. Si normalmente consumimos 2.500 calorías/día y hasta 5.000 calorías/día en alta montañal, sirva este cuadro de referencia para el nivel de consumo de calorías en nuestra actividad:

ACTIVIDADES --> CALORÍAS

Caminar por terreno llano --> 250 cal/h.
Subir escaleras --> 280 cal/h.
Marcha ligera --> 300 cal/h.
Bajar pendientes --> 350 cal/h.
Subir pendientes --> 400 cal/h.
Montañismo, alpinismo --> 700 cal/h.
Esquí de Montaña --> 800 cal/h.
Escalada Deportiva --> 900 cal/h.
Bicicleta de Montaña --> 1.000 cal/h.


A la hora de realizar una actividad física prolongada, debemos pensar que nuestro cuerpo debe tener unas reservas mínimas para hacer frente a este gasto energético. El primer recurso del organismo para satisfacer este gasto es una sustancia llamada glucógeno. Es un azúcar que se almacena en los músculos y en el hígado, y que es aportado por los Hidratos de Carbono. Pero estas reservas, que son muy limitadas, se agotarán en poco tiempo, por lo que, a medida que en esfuerzos intensos se consumen las reservas de glucógeno, entra en juego la combustión de las grasas, que proporcionan la energía adicional necesaria. Este segundo recurso energético es de más lenta asimilación que los Hidratos de Carbono. Es por ello que alimentos como barritas energéticas, muesly, dulces,... aportan una energía de forma rápida, en forma de glucógeno, cuya acción no dura demasiado. Está bien un desayuno con cereales de este tipo, o incluso un plato de pasta la noche anterior para reponer la reserva de glucógeno, pero con ello no será suficiente. También debemos mantener los niveles de nuestras reservas de grasas.

Alimentos ricos en Hidratos de Carbono: Pan, patatas, judías secas, almendras, azúcar, pasta,... (Se recomienda para llevar al monte: frutos secos, barritas energéticas, sobres de pasta preparada que además son muy ligeros, chocolatinas, caramelos,...)

Alimentos ricos en Grasas: Aceite de Oliva, almendras, huevos, sardinas, embutidos,... (Se recomienda: Latas de sardinas y atún, barras de embutido, queso, latas de legumbre preparada,...)

Alimentos ricos en Proteínas: Pescado, carne, judías secas, almendras,... Con respecto a los nutrientes constructores, ya hemos visto que están formados casi en su totalidad por las Proteínas, son necesarios para mantener una dieta equilibrada, pero no serán indispensables para nuestra actividad en el monte, además como podemos ver, hay una buena parte de alimentos energéticos que además proporcionan un buen aporte de proteínas.

En cuanto a los nutrientes protectores, podemos incluir en nuestro menú campestre algo de fruta o verdura, que nos aportarán lo necesario para mantener el equilibrio en la dieta, aunque estemos en el monte. Para ello podemos llevar algo de fruta, muy recomendable la naranja, tanto por su alta concentración de vitaminas como por su aporte de agua a nuestro cuerpo. Además podemos llevar algún tipo de hortaliza de fácil conservación y que no precisan ser cocinadas, como tomates, zanahorias,...

El agua es una sustancia fundamental para el mantenimiento de la vida. En el adulto, el agua representa el 60% del peso total del cuerpo. Pero, aunque estemos constituidos mayoritariamente por agua, nuestro organismo posee una reserva muy pequeña de la misma. El agua desempeña un número importante de funciones, que van desde el transporte de sustancias a ser el medio en el que se realizan la mayoría de las reacciones químicas que tienen lugar en nuestro cuerpo. Asímismo, actúa como sistema de refrigeración e interviene en la eliminación de sustancias de desecho.

Todo trabajo muscular produce calor. Sólo el 25% de la energía gastada por los músculos se transforma en trabajo mecánico, mientras que el resto se transforma en calor. Para que la temperatura corporal no aumente en exceso nuestro organismo utiliza un sistema de refrigeración con agua: la transpiración. Este mecanismo es muy parecido al del automóvil. Cuando el sistema de refrigeración de un coche tiene poco agua el motor se calienta.

En nuestro organismo el agua va del intestino a los vasos sanguíneos, de allí a las glándulas sudoríparas y de éstas a la piel, donde se evapora, produciendo su efecto refrigerante.

Cuanto más intenso sea el esfuerzo físico, mayor será la transpiración. La aparición de sudor es prácticamente inmediata: no median más de tres segundos entre el inicio del esfuerzo y la aparición del sudor.

La cantidad de sudor depende de tres factores: el calor, la humedad y la intensidad del esfuerzo. Cuanto más elevados sean mayor será también la pérdida de agua, con el consiguiente riesgo de deshidratación. Así, en un clima frío la pérdida diaria de agua de una persona sedentaria será inferior a un litro, mientras que en un clima tropical la de una persona muy activa puede superar los diez. A lo largo de un día de excursión se pueden llegar a perder 3 ó 4 litros de agua.

En condiciones normales, el ser humano necesita alrededor de 3 litros diarios de agua para mantener su equilibrio hídrico (un litro y medio en forma de bebida y el resto a través del agua presente en los alimentos). En caso de un esfuerzo físico importante, como es el caso de buena parte de la actividad desarrollada en la montaña, las necesidades de agua aumentan, pudiendo perderse hasta más de un litro por hora.

A partir de una pérdida del 2% del peso corporal en agua (alrededor de 1,5 litros) aparecen los primeros síntomas de deshidratación y se aprecia un descenso del rendimiento y de la resistencia, pudiéndose desencadenar el peligroso "golpe de calor" si esta deshidratación no se corrige, hasta llegar, en caso extremo, al desvanecimiento.

La sed no es un buen indicador de la deshidratación, puesto que la sensación fisiológica aparece cuando ya no es posible recuperar totalmente las pérdidas de agua. Durante el esfuerzo, el cuerpo humano es capaz de recuperar solamente el 50% de las pérdidas de agua de una forma espontánea, o sea, satisfaciendo únicamente la sensación de sed.

Por este motivo, en la montaña es indispensable beber más agua de la que indica nuestra sed, siendo muy aconsejable que sistemáticamente se beba antes, durante y después de la actividad. Es conveniente que el agua proporcione las sales minerales que necesita nuestro organismo. En ocasiones, el agua de montaña, sobre todo el agua procedente del deshielo, carece de buena parte de las sales precisas. Por ello es bueno añadirle al agua este componente, aunque esto no quite para que podamos aprovechar la estupenda sensación de beber agua directamente de una fuente en la montaña, o incluso de un río. Será suficiente con preparar una de las cantimploras que vamos a beber a lo largo del día con una cucharada de bicarbonato, o con un sobre de gaseosa en polvo y un limón. Incluso se pueden comprar bebidas ya preparadas de las que todos conocemos los nombres. Eso sí, hay que acarrear con este peso desde el inicio de la excursión, así que se recomienda por su peso la gaseosa de papel de toda la vida.

Tampoco estaría de más, por nuestra salud y por nuestra seguridad, asegurarnos de que el agua que vamos a beber está desinfectada. Para ello no debemos fiarnos de beber directamente de ríos que han atravesado poblaciones habitadas, o cuyo curso atraviese pastos de ganado antes de llegar a nosotros. Podemos utilizar para ello pastillas de cloro, una por cada litro de agua, debiendo esperar una media hora a que la pastilla haga su efecto.

También es posible utilizar una gota de lejía Conejo (aquí la marca sí es importante, ojo, no todas las lejías son aptas para desinfectar agua para consumo de boca), aunque este sistema necesita algo más de tiempo para depurar el agua, y además queda algo de sabor a lejía. Pero sirve, que es lo importante.

lunes, 10 de mayo de 2010

Pauner explica qué ocurrió en el Annapurna

Interesante artículo de Heraldo de Aragón, tras la rueda de prensa del alpinista aragonés Carlos Pauner, tras hollar el Annapurna (8.091 metros), en cuyo descenso falleció el mallorquín y miembro de la misma expedición Tolo Calafat:

La muerte de Tolo Calafat, cuyo cuerpo permanecerá por siempre en el Annapurna, a 7.600 metros de altitud, sigue generando numerosas suspicacias. Por ello, con la intención de zanjar definitivamente la polémica, Carlos Pauner volvió a defenderse ayer de forma firme y decidida. Fue contundente al respecto: "La ignorancia es muy atrevida; pero todo resulta mucho más peligroso cuando las críticas provienen de alguien que, además de ser ignorante, también es tonto. Las acusaciones, realizadas por montañeros de medio pelo, me parecen indignantes", advirtió el alpinista, quien recordó que Tolo "jamás fue abandonado a su suerte".


"Precisamente -añadió Pauner- sucedió todo lo contrario: arriesgamos nuestras vidas por él". Y el montañero aragonés comenzó entonces su relato:

El ascenso

Decidimos atacar la cima el 27 de abril. Partimos a las 2.00 de la mañana. Al contrario de lo que se ha comentado por ahí, no era tarde para iniciar el ascenso. De hecho, contábamos con una ventana de buen tiempo y un parte meteorológico muy favorable. El viento era intenso, enérgico; pero estaba previsto que disminuyese su fuerza con el discurrir de las horas. Es cierto que fue una subida lenta, muy pausada, porque tuvimos que fijar algunos tramos con cuerdas. Sin embargo, todo transcurrió con muchísima tranquilidad. No había prisa.

Se alcanza la cumbre

Hollamos la cima sobre las 4 de la tarde. Habíamos tardado cerca de 14 horas en completar la ascensión. Juanito Oiarzabal y yo alcanzamos la cumbre al mismo tiempo, mientras que Tolo apareció un cuarto de hora más tarde. Parecía cansado, pero no había indicios de que sufriera lesiones. Nos acompañaban dos sherpas, Sonam y Dawa. Todos estábamos muy felices, entusiasmados por la hazaña conseguida. Pero como el viento era implacable, violento, de casi 60 kilómetros por hora, optamos por regresar. Apenas permanecimos 10 minutos en la cumbre.

Desaparece la cuerda

En la bajada, faltaba una cuerda que habíamos colocado nosotros durante la ascensión. Teniendo en cuenta que la coreana Miss Oh descendía justo antes que nosotros, sospechamos que fue su grupo el que retiró aquella cuerda. (Horas más tarde, cuando le reproché a Miss Oh su comportamiento, ella argumentó no saber nada. "Si hemos sido nosotros, todo se ha debido a un error", se justificó la coreana). La ausencia de aquella cuerda nos ralentizó el descenso. Nos costó bajar, pero lo hicimos siempre juntos. Solamente después, cuando llegamos a una zona sin dificultades técnicas, fuimos cada uno a nuestro ritmo. El tiempo empezaba a mejorar. No había razón alguna para preocuparse.

Tolo se rezaga

Durante el descenso posterior, Tolo se fue quedando atrás. Era una bajada relativamente tranquila, sin apenas inconvenientes. Juanito iba delante; yo marchaba inmediatamente después; y Tolo, que siempre estuvo acompañado por el sherpa Sonam, venía algo rezagado aunque sin dificultades aparentes. Luego alcancé a Juanito y, teniendo en cuenta que avanzábamos -ahora sí- hacia una zona comprometida, optamos por aguardar la llegada de Tolo. La intención era reunirnos de nuevo para continuar todos juntos el trayecto. Pero Tolo, dos horas y media después, todavía no nos había alcanzado.

Rumbo al campo 4

En un primer momento, nos resistimos a bajar sin Tolo. Nuestra primera medida fue enviar a Dawa, quien desandó el camino en su búsqueda. El sherpa, sin embargo, no vio a nadie y regresó. Fue entonces, y solo entonces, cuando emprendimos la marcha hacia el Campo 4. No quedaba otra: ya era de noche, hacía muchísimo frío y sufríamos congelaciones, y estábamos exhaustos, y acumulábamos 21 horas de esforzada actividad... Además, Tolo seguía acompañado por Sonam y todavía teníamos el convencimiento de que nuestro amigo, aunque a paso lento, proseguía su descenso. Con todos esos condicionantes, nosotros decidimos salvar nuestras vidas.

Noche a la intemperie

Al alcanzar el Campo 4, el reloj marcaba las 00.15. Y nos quedamos dormidos. Fue a las 7.00, una vez despiertos, cuando descubrimos que Tolo no había llegado al campamento. Era el 28 de abril y el parte meteorológico pronosticaba nevadas para esa misma tarde. Comenzó entonces nuestra inquietud. El nerviosismo se agigantó aún más con la irrupción en escena de Sonam, sobre todo porque apareció solo. El sherpa, entonces, nos contó que Tolo ya no podía andar, y que por eso había pasado la noche con él, a la intemperie. Estaba a seis horas de distancia. La noticia resultó desgarradora. A 7.600 metros, si una persona no camina está muerta.

La negativa de Miss Oh

Decidimos permanecer en el Campo 4. Si entonces hubiéramos bajado hasta el Campo Base, nadie nos lo podría haber recriminado. A mí me sucedió en el Kanchenjunga, donde me quedé solo, abandonado a mi suerte, y jamás me quejé por ello. Pero nosotros seguimos allí, arriesgando nuestras vidas, en un desesperado intento por salvar a nuestro amigo. Fui yo quien habló con Miss Oh, ya que Juanito no sabe inglés. Le pedí que nos reforzara con sus porteadores, pero la coreana se negó, alegando que estaban muy cansados. No se puede obligar a nadie a que arriesgue su vida.

Dos vías de rescate

El primer intento de rescate lo protagonizó Dawa, quien salió al encuentro de Tolo provisto de oxígeno, alimentos y medicinas. Llegó alcanzar los 7.800 metros, en una exigente aventura que se prolongó durante 11 horas. Pero regresó solo. La nieve nocturna lo había dificultado todo. Mientras, desde el Campo Base, Javier Pérez se afanaba en la consecución de un helicóptero. Ese día no se pudo sobrevolar la zona, debido a las adversas condiciones meteorológicas. Cuando el aparato, por fin, emprende el vuelo, ya son las 7.00 del 29 de abril. Y allí, desde las alturas, únicamente se observa el blanco manto de nieve. Horas después, Tolo fue dado por muerto.

El alpinista jaqués relata su sobrecogedor episodio en el Himalaya, donde perdió la vida su amigo Tolo Calafat

El montañero se queja enérgicamente de la polémica surgida.


Lo que ha dicho en Mallorca, aquí.

viernes, 7 de mayo de 2010

El Annapurna o la cercanía de la muerte

Dejo aquí un artículo muy ilustrativo de cómo es el Annapurna (8.091 metros), esa montaña en la que mueren tantos alpinistas.

Javier Pérez, compañero de Carlos Pauner, ha tenido que abandonar el intento de ascensión al Annapurna por el absurdo motivo de la rotura de un camprón. Parece increible que semejante contiengencia, la rotura de esos hierros que se colocan los montañeros en los pies para no patinar en el hielo, pueda condicionar un proyecto como éste en el que tanto empeño ha puesto el montañero. Pero el himalayismo tiene estas cosas. Cualquier mínimo detalle que pueda fallar te complica la ascensión y supone un enorme riesgo para tu propia vida. Desde el campo base, Javier Pérez ha escrito este sentido artículo que publicadaba ayer la página web de Desnivel.

“Este Annapurna donde nos encontramos, ya fue ascendido en 1950 por su grupo de potentes escaladores franceses, famosos en su época por sus hazañas en los macizos de los Alpes, sobre todo en Chamonix, donde la mayoría de ellos, ejercían como guías de montaña.¿Por qué entonces, 60 años después, se resiste tanto esta montaña?¿Por qué tiene tan mala fama?


La razón hay que buscarla, en que, con el paso de estos 60 años, los glaciares que rodean el Annapurna, han sufrido una transformación atroz. Se han triturado en seracs colgantes (enormes bloques de hielo), y las avalanchas caen por todas sus laderas un día tras otro.

Tanto es así, que el día que llegamos al campo base, cuando me bajaba del helicóptero, el aspecto de la montaña era tan abrumador, quebrado y roto, que pensé que no saldríamos del CB, salvo en un juego suicida.

Con los días, descubrimos que la ruta de escalada, busca los puntos débiles entre semejante sucesión de glaciares amenazantes, seracs colgantes y avalanchas que todo lo barren.

De este modo, la mayoría de himalayistas envueltos en la carrera de sus 14 cimas de más de 8000 metros, suelen dejar esta cima para el final, dado su peligrosidad. Lamentablemente, más de uno ha perecido en esta montaña, justo acabando su carrera de “los 14 ochomiles”.

Tanto el aspecto tétrico de la montaña, como su historia reciente, hacen que cuando uno está metido en su escalada, la tensión, -la alta tensión-, se haga mucho más patente que en otras montañas de ochomil metros.

Yo lo he notado en mi mismo y en Carlos Pauner. Cuando llegamos el campo 2, que en otra montaña sería una fase de aclimatación relativamente tranquila, en el Annapurna estás con los ojos bien abiertos y escuchando cada sonido para ver si hay que salir de la tiendas rápidamente para intentar esquivar una avalancha que pueda barrer el campo donde te encuentras.

La primera noche que pasamos en el C2, dormimos con una navaja abierta en lugar seguro, y las botas muy a mano, por si había que rajar la tienda a mitad de noche para ponernos a salvo.

Días después, cuando subimos al C3 a 6.600m, la travesía del cono, donde embocan avalanchas de la parte superior del Glaciar de la Hoz, con una barra de seracs de más de 200 metros de espesor colgando de tu cabeza mil metros allí arriba, imponen un severo silencio en el grupo, silencio que agrava la situación de tensión y peligro que hay en este lugar.

Una vez superado este pasaje, el recibimiento que tuvimos en las empinadas laderas del Glaciar de la Hoz, con una avalancha ya comentada de bloques de hielo, nos devolvió a ese estado de alta tensión permanente a que te obliga este Annapurna.

Las habituales bromas entre nosotros, mientras grabamos vídeo, escalamos o descansamos en los campos de altura, esta vez están reducidas al campo base, único lugar de la montaña donde uno deja de sentir la enorme presión que ejercen los miles de toneladas de hielo que el Annapurna guarda siempre sobre las cabezas de quien intente su ascensión.

Hace dos días, subiendo al C3 en el intento a cima, rompí uno de mis crampones en la zona más escarpada del cono, mientras intentaba arreglarlo, una avalancha de nieve polvo barrió sin piedad esta zona de la montaña, y me devolvió a ese estado de alta tensión que exige constante este Annapurna.

Esta avalancha de bloques y nieve polvo que me rozó, embocaba todo lo que arrastraba hacia una enorme grieta en el hielo del glaciar, que se tragó todo lo que caía de mil metros más arriba. Me pareció ver la puerta del infierno.

Hoy 27 de abril, mientras Carlos recorre las últimas rampas empinadas desde el C4 hasta la cima, yo me encuentro seguro en el Campo Base. Ya no siento la alta tensión generada por los caóticos glaciares colgantes del Annapurna, pero percibo, allí arriba, a pocas horas de la cima, la enorme tensión del grupo que intenta pisar la cima de este Annapurna, 60 años después. Suerte a todos, suerte Carlos”.

domingo, 2 de mayo de 2010

Cima 6: Un nuevo Pelopin (2.007 metros)

La cima de ayer tuvo mucha miga. Subimos al Pelopín (2.007 metros), una montaña que yo había "subido" en dos ocasiones anteriores. Digo "subido" porque al parecer no subí al Pelopín sin al Pilupin, que está enfrente del Pelopín auténtico. Tras varios años confudida, he descubierto que había cambiado la cima de lugar.

En primer lugar, gracias Pedro y Auris. Digamos que fue, en todos los sentidos, un paseo por las nubes. Una excursión que podríamos llamar plácida o placentera, a pesar de que no dejó de llover.


Sí, estuvimos rodeados de nubes por todos los lados, que nos impidieron ver los Pirineos. Al última hora vimos algo, quizá Tendeñera, Pico Otal... Del paisaje más próximo íbamos viendo, a veces sí, a veces no, el valle del pueblo de Otal, a un lado, y, al otro, Linás de Broto y Viu.

La montaña estaba espectacular, verde, verde, verde; como prácticamente estuvo llovizneando todo el rato era un verde muy vivo. Por la tarde, salió algo el sol y también estaba precioso.

Lecciones aprendidas. Por un lado, la importancia de llevar un mapa. Aunque yo había hecho dos veces esta cima, la subimos por otro lado, bastante sencillo. Al no tener mucha visibilidad, íbamos consultando el mapa y eso nos daba la seguridad de que íbamos por el buen camino. Gracias, Pedro, por tu labor de guía.

Por otro, la importancia de ir bien equipados. No dejó de llover, pero no nos mojamos. Así se puede caminar a gusto por la montaña. Si nos hubiéramos calado, no hubiera disfrutado na de na.

Corroboro, como dije en una anterior entrada, la importancia de ser un equipo compacto. En esta ocasión, aunque hacía mal tiempo, el interés de los tres por dar un paseo y hacer cima nos llevó a coronarla y a ir salvando las dudas del camino sin tesiones ni divisiones.

Finalmente, y aunque no siempre nos da tiempo, qué bien sienta tomarse algo en algún bar de la zona y charlar un rato comentado la jornada u otras jornadas montañeras. En esta ocasión fuimos al bar 'El último bucardo', en Linás de Broto (Huesca), muy recomendable y en el que, gracias al dueño, nos aclaramos definitivamente en qué picos habíamos estado: subimos primero al Pilupín o Pico d'Pilón (denominación esta última del mapa de Prames) y después al auténtico Pelopín.

Así que hice mi primera cima en el Pelopín y mi tercera en el Pilupín o Pico d'pilón.

Añado, unos días después, nuevo material que me envió hace tiempo Pedro, pero que no me había dado tiempo a agregar:

La ruta grabada con el gps.

Una foto con el mapa del recorrido que hicimos: